El examen de las letras muestra claramente los difÃciles problemas que se presentaban y cómo hubo de trabajar el autor de la inscripción (ordinator) para que, en espacio tan reducido, pudieran entrar todas las letras del texto deseado (minuta). Suma habilidad se necesitó, a la vez que un gusto exquisito, hasta combinar los más dispares tamaños de las letras, recurriendo, ya a la combinación de ellas enlazadas, encajadas y conjuntas, ya a la superposición de las mismas en forma verdaderamente artÃstica. Tal dibujo y disposición de las letras lleva a pensar en la semejanza con los tÃtulos de los códices de escritura visigótica. Todo el conjunto obedece a lograr un pleno aprovechamiento en el espacio a la vez que una estudiada y perfecta armonÃa en su desarrollo.
La composición de las letras de la inscripción, asà como su especial modo de tratarlas, el ictus y el ductus, la colocación por diversos tamaños en forma de enlazadas, encajadas y conjuntas, hasta el interesante detalle del adorno triangular con que termina la parte superior izquierda de las mismas, con los titulares del Beatus silense, nos presenta una absoluta identidad, permitiendo asegurar para ambos monumentos — la inscripción y el Beatus — un mismo autor. Puede afirmarse que Munnio, titulador del Beatus, fue el confeccionador de la «minuta» trasladada por el ordinator a la inscripción de la iglesia de San Frutos; labor — la ordinatio — que era muy difÃcil de realizar, puesto que el texto era tan largo y habÃa de llevarse a cabo en una piedra relativamente pequeña y de una mediana calidad. Es muy posible — cabe por lo menos pensar asà —que el mismo Munnio se hallara presente en todas las operaciones del incisor, mientras éste se ocupaba en grabar la inscripción. MartÃn Postigo (1972).
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