La escritura del epÃgrafe es la tÃpica capital clásica propia del perÃodo, esto es, con una ejecución espontánea y reflejando la influencia de las nuevas formas de la escritura romana y de la cursiva. Asimismo, la data está cursivizada, según suele ser habitual en las inscripciones del perÃodo visigodo.
La relación modular media es 2, notable incremento en relación con la inscripción de Firmana, que puede ser relacionado con la cronologÃa más avanzada de este epitafio anónimo, si bien es demasiado aventurado extraer conclusiones al respecto, dado el escaso número de letras analizado por lo fragmentario de su conservación. De hecho, en un análisis que he efectuado con 15 inscripciones situadas entre los siglos V y VII el resultado se aproxima al 1,6, sin que se aprecien significativas diferencias entre los ejemplares procedentes de las distintas centurias.
Dentro de esta caracterización general, hay algunas grafÃas que merecen un comentario adicional. Es el caso de la U uncial, letra que encontramos en las inscripciones tardoantiguas desde época temprana, en concreto desde finales del siglo IV o principios del V, según atestigua, por ejemplo, el cordobés epitafio de Victoria, si bien es una forma gráfica más propia de los últimos tiempos del dominio visigodo en la PenÃnsula. En el ámbito cordobés, del que procede nuestra inscripción, la encontramos en los epitafios de Basilia (650), Columba (664) y Anerius (682), lo cual, unido al fragmento aquà analizado, muestra que es una grafÃa propia de la segunda mitad del siglo VII. Se trata de una letra de amplia proyección posterior, que ha sido presentada como una de las formas caracterÃsticas de la escritura visigótica epigráfica a partir del siglo X, si bien en los siglos IX y X tiene escasa representación, a la luz de los testimonios procedentes de Asturias, sin duda la región mejor conocida desde el punto de vista epigráfico en los siglos altomedievales.
Esa misma cronologÃa es la propia de la B, cuya caracterÃstica distintiva es tener sus dos arcos separados en su unión con el vertical. En el contexto cordobés hemos observado esa grafÃa en los antes citados epitafios de Columba y Anerius. Similar cronologÃa para esta letra observó Navascués en Mérida, identificándola en un epÃgrafe datado en el 648 y viéndola como antecedente de la B tÃpica de los epÃgrafes mozárabes. Efectivamente, son muy numerosos los epÃgrafes que podemos catalogar como mozárabes que tienen una B con ese trazado caracterÃstico, especialmente en
Córdoba y su provincia, donde la encontramos desde el año 877 hasta el siglo XI. Además de en las inscripciones del Sur, este tipo de B también lo localizamos en Asturias, en los siglos VIII y IX,4 y en los condados catalanes, entre los siglos IX y XII, en ambos focos en escasas inscripciones.
Lo mismo sucede con la R, cuyo tercer trazo no confluye con el bucle al unirse con el trazo vertical, con similar cronologÃa y proyección hacia las posteriores inscripciones mozárabes, también con especial incidencia en las del foco cordobés. Quizá la presencia de estas letras claramente vinculadas con las mozárabes medievales pueda explicar la equivocada catalogación inicial en el Museo como inscripción mozárabe. (de Santiago 2020: 634-636).
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