Carmen, con una fórmula final en prosa, inscrito en dos fragmentos de mármol que casan y que hasta ahora se habÃan considerado como independientes. Asà como en la editio princeps (cf. AE 1972, 274) ya se puso de manifiesto que en el primer fragmento se copiaban los vv. 1-3 y 18 del Epitaphion Chindasvintho regi conscriptum de Eugenio de Toledo (Carm. 25), las escasas letras legiblesde las lÃn. 1-3 del fragmento inferior corresponden a una copia casi literal del v. 21 de ese poema eugeniano (non iuvat argentum, non fulgens adiuvat aurum), aspecto inédito en todas las ediciones de esta parte (AE 1972, 275; CILA 5, 1038; CLEB SE9).
Se realiza un detallado análisis filológico y métrico de las diferentes anomalÃas y singularidades del carmen, que justifican plenamente la presente lectura y edición. Como ya se ha dicho supra, éste se ha realizado mediante una selección de versos del Epitaphion Chindasvintho regi conscriptum de Eugenio de Toledo. En los vv. 1-3 (con idéntica posición en el poema de Eugenio) se pide el llanto del orbe por el difunto y se desea al lector por ello la purificación bautismal y el perdón por Cristo de los pecados; los vv. 4-5 (que se corresponden con los vv. 18 y 21 del modelo) presentan una reflexión acerca de la vanidad de las riquezas mundanas que tuvo el difunto, simbolizadas mediante la púrpura, la plata y el oro, frente a la muerte. Algunos de los versos fueron copiados ad pedem litterae, mientras que otros fueron adaptados (vv. 2 y 4) al contexto epigráfico, con lo que la métrica original quedó en parte alterada. El poema, compuesto por dos dÃsticos elegÃacos y un hexámetro suelto, seguramente tendrÃa añadido un verso donde se mencionarÃa al personaje, y una formula final de carácter cronológico. Se puede inferir sin dificultad, por algunas expresiones del texto, que el difunto debió ser un personaje ilustre y de gran riqueza, seguramente un noble y no un religioso. Es significativo que se eligieran de los versos del modelo donde Chindasvinto reconoce lo inútil del poder una vez muerto (Carm. 25, 17-22), aquellos que son una metáfora de la opulencia y la nobleza en general (HEp 17, 117).
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