La frasse procede del epitafio que, según la leyenda, depositaron dos ángeles en la tumba de santa Ãgueda, mártir del siglo III. En la Edad Media se empleó con frecuencia en epigrafÃa, especialmente en leyendas grabadas en campanas. Es posible que se le atribuyera cierto poder apotropaico.
Cf. CIHM 3, 56.
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