Se cree que la frase está tomada de Is 7, 14, y suele ser habitual en las filacterias que porta dicho profeta, como la que encontramos en las portadas de la abadÃa de Saint-Pierre de Moissac (ya en el siglo XI), de Saint-Sernin de Toulouse (siglos XI-XII) y en la decoración de la catedral de Coria (siglo XVI).
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