El 15 de diciembre del a帽o 1155 muri贸 el preclaro abad Diego, cuya alma tenga Cristo. Por su amor, mientras vivi贸, soport贸 gran cantidad de fatigas y vivi贸 con raz贸n sano; disciplin贸 su cuerpo con penitencia lo redujo a servidumbre. Vivi贸 bajo la santa regla diez y ocho a帽os y sigui贸 a Cristo en su pobreza y en su cruz, no como hombre de este mundo sino poco menos que espiritual. Pero como la muerte, oh Diego, no repara en honor alguno, vivas unido para siempre al amor divino. Llore la comunidad de Carracedo la p茅rdida de su pastor. Mientras vivi贸 el pastor, la grey disfruto de sosiego; pero Dios libro al pastor de sus fatigas, a la vez que aumentaba el dolor de la grey. Grab茅 el elogio de tu sepulcro con la esperanza de que con tu intercesi贸n ayudes a este joven en medio de sus luchas; no fue mi intenci贸n escribir versos halagadores al estilo de los poetas.
Traducci贸n dada por Garc铆a Lobo (1997, p. 202).
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