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CITACIÓN:    BDHespSO.08.01, consulta: 28-03-2024

 

 YACIMIENTO:  MUNICIPIO:
 PROVINCIA:      REF. HESPERIA:  REF. MLH:
 DEPÓSITO,N.INV.  OBJETO:   TIPO YAC.:

 

 
Generalidades Texto Epigrafía y
Paleografía
Ilustraciones CONTEXTO
ARQUEOLÓGICO
Bibliografía

 FECHA HALLAZGO:  CIRCUNS. HALLAZGO:
 DATACIÓN

Finales del siglo - III hasta, aproximadamente, el cambio de la era.

 CRITERIOS DE DATACIÓN :

Arqueológicos e histórico-paleográficos: La horquilla temporal general del uso del signario paleohispánico no redundante se extiende desde la fecha aproximada de la denominada tésera de Armuña de Tajuña, datada a finales del s. - III por el material arqueológico, sobre todo numismático, que apareció asociado a ella, hasta las fechas en que se considera que el uso del signario paleohispánico dejó de ser usado por los celtíberos, el cambio de era.

 CONTEXTO HALLAZGO:
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Pieza de bronce hallada fuera de contexto estratigráfico en El Castillo de Rabanera. Fue encontrada por un vecino de Ventosa de San Pedro (Soria), quien la conserva. No hay datos, por lo tanto, para dar una cronología segura, pero los autores la datan entre finales del siglo II y mediados del I a.e., por tratarse de una lámina de bronce, tipo epigráfico de influencia latina.
El Castillo de Rabanera es un yacimiento con una ocupación que abarca desde la Segunda Edad del Hierro hasta época moderna, según se desprende de los distintos restos constructivos que se conservan. La particularidad del núcleo propiamente celtibérico es que es uno de los pocos poblados encastillados que sobreviven a su época. Formaría parte del oppidum de Los Casares de San Pedro Manrique y controlaría el valle del río Ventosa.
De la Segunda Edad del Hierro se conoce, además de la parte de la tabula que se presenta: un fragmento de fíbula ancoriforme; una fíbula de caballito del tipo E2 de Almagro-Gorbea y Torres; algunas monedas de cecas con leyendas en signario paleohispánico del medio-alto Ebro: arsaos [Mon.37], baśkunes [Mon.38], turiazu [Mon.51], sekeiza (BDHesp Mon.78) y uirouia [Mon.71].
Los editores de la pieza exponen las razones para considerar auténtica esta pieza (Alfaro et alii, 2021, 132-134):
1.- El uso del léxico, conocido en otras piezas de cuya autenticidad no existen dudas (o son pocas), y su disposición. Se aparta de este modo de los dos casos típicos de falsificación: la de los signos colocados al azar dando lugar a secuencias sin sentido y la copia de un texto conocido. En todo caso, de serlo, sería una falsificación muy cuidada, lejos de las descuidadas tipo inscripción de Bilbilis o la copia de la tésera Fröhner [CT-7]. Un breve comentario al respecto: riounu es desconocido para nosotros...
2.- El soporte que parece concebido para albergar un texto y ser expuesto por los agujeros que presenta. Otra cosa es que llegase a escribirse y exponerse. Un análisis de esos agujeros podría arrojar luz al respecto.
3.- La palaeografía. Es en su mayor parte congruente con la esperada en un texto escrito en signario celtibérico occidental. Por otro lado, es difícil considerar la idea de un teórico falsario utilizar la variante i6.
4.- Las circunstancias del hallazgo y su conservación por parte del hallador, sin que tenga interés en su venta para obtener beneficio crematístico.
Quizá el argumento de más peso sea el paleográfico, de ahí que puede considerarse auténtica la pieza, sin haber podido efectuar autopsia.

 OBSERVACIONES:

La pieza es un fragmento de placa de bronce. Medidas (5,1) x 7 cm. Se han perdido los dos ángulos de la parte que conserva su forma original (la que queda a la izquierda según se lee el epígrafe), mientras que el lado contrario está roto de una manera muy irregular. En los ángulos indicados se observan restos de los agujeros de 0,5 cm de diámetro que debieron servir para fijar la pieza, que tendrían sus gemelos en la parte perdida. Los editores consideran que la longitud total de la lámina (optan por llamarla así) sería de c. 10,2 cm. No se aprecia pautado, pero sí una línea de marco a 0,25 cm de los bordes. De momento, es la única pieza celtibérica que lo presenta. Las letras que se perciben miden entre 0,8 y 1,4 cm.
La lectura no se ha hecho por autopsia, sino mediante material fotográfico (por parte de J. Ferrer). Se detectan cinco líneas con 26 signos de la altura ya indicada. Se reparten de la siguiente manera: l. 1, 4; l. 2, 5; l. 3, 4; l.4, 6; y l. 5, 7. La técnica utilizada es la incisión. Calculan los autores que se han perdido unos 34 signos (quizá habría que contar con la posibilidad de que alguna o algunas de las líneas no llegasen hasta el final del documento). Los interlineados son muy irregulares, llegando casi a desaparecer en las últimas líneas, en donde se unen algunos trazos de líneas contiguas y en otros casos
unos signos invaden la línea de arriba o de abajo. La primera línea comienza a un centímetro del borde de la pieza, agujero incluido; la segunda línea empieza a 0,75 cm del borde; el resto lo hace a 0,25 cm de la línea del marco, esto es, rozando los signos la línea del marco. La primera línea queda a 0,25 del borde superior y la última a 0,7 cm del inferior. En las tres últimas líneas se aprecia que el texto ha sido escrito sin dejar apenas espacio entre los signos, cosa que no sucede en las dos primeras líneas, tal y como describe Ferrer.

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