Lápida hallada en el cortijo del Curandero, entre los escombros de unos antiguos muros que probablemente formaron parte de una basÃlica visigótica, junto con otra inscripción de la misma época. Ambas fueron destrozadas por las gentes de la finca.
Monsalud afirmaba que la mayor parte de los fragmentos se encontraban en poder de D. Alonso Ceballos, vecino de Villafranca de los Barros (Monsalud 1899: 224-225).
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