Las suscriptiones son en general poco comunes en las obras del siglo XII, pues será más tarde cuando los autores empiecen a hacer perdurar su nombre. Quizá este deseo sea el que motive esta inscripción. Curiosamente, sólo puede ser vista por algún otro maestro que se dispusiera a arreglar la iglesia, subido a un andamio o escalera: desde el suelo sólo son visibles las botas del monje. Paniagua Fairén (2013, 1).
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