En cuanto al formulario y teniendo en cuenta lo anteriormente referido, nos encontrarÃamos ante parte de un texto perdido que corresponderÃa a un epitafio sepulcral - epitaphia sepulcralia -, cuyo contenido pudiera tratarse de una máxima piadosa, cuyo origen se encontrarÃa en los textos litúrgicos o en el oficio de los difuntos y en oraciones de penitencia.
Aunque el texto es casi seguro diera comienzo por la banda perdida de la cubierta sepulcral, la parte conservada se inicia con un vocativo –ALME PIE– seguido de una aposición OPIFEX, lo que reforzarÃa su carácter de pensamiento piadoso. En este caso podrÃamos estar ante el preámbulo de este tipo de epitafios sepulcrales, que por lo general suelen ir precedidos de una invocación verbal, que podrÃa corresponder con la parte perdida del epÃgrafe. Otra posibilidad es que nos encontremos ante una aprecación de naturaleza propiciatoria en la que el vocativo se situarÃa al comienzo de una oración de absolución que se leerÃa sobre la sepultura del difunto en el transcurso del ritual funerario. Peña Fernández (2006: 83-84).
MartÃn López (2007: 209) propone la posibilidad de que el epitafio concluya con una cláusula — Didago abas— que bien podrÃa tratarse de una roboratio, aludiendo al abad que mandó hacer el sarcófago. Sobre quién podrÃa ser el personaje al que hace referencia el epitafio, esta autora sugiere que podrÃa tratarse del sepulcro de la propia fundadora, la cual habÃa expresado su voluntad de ser enterrada en el monasterio, aunque se desconoce si se llevó a efecto.
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