Mapas: Javier de Hoz y Daniel Romero
Los mapas que se ofrecen a continuación tienen por objeto proporcionar visiones generales de la distribución geográfica de los grandes rasgos de la epigrafía y las lenguas paleohispánicas.
El mapa 1, Mapa general de inscripciones prelatinas, indica todos los lugares en que han aparecido inscripciones en lengua diferente a la latina, tanto las propiamente paleohispánicas, como las griegas y fenicias. Como se ve en la identificación de los signos utilizados, se ha distinguido además de los grupos obvios, definidos por la lengua y la escritura —lo que para la lengua ibérica implica tres grupos distintos—, un pequeño número de inscripciones con problemas especiales: a) la ceca de Salacia, cuya escritura, probablemente meridional no ibérica, todavía no se puede clasificar con seguridad, b) las inscripciones en escritura meridional cuya lengua no parece ser ibérica, y c) las inscripciones sobre lápidas del Suroeste (SO), a menudo llamadas tartesias. El criterio para distinguir estas últimas de las meridionales no ibéricas es, sobre todo, la redundancia, es decir las grafías del tipo kaa, taa, etc., aunque las inscripciones no ibéricas en escritura meridional que aparecen en la misma zona probablemente estén en la misma lengua y se diferencien de las igualmente clasificadas en Andalucía, pero por el momento no hay datos para precisar más. Las letras y números que identifican las inscripciones coinciden en la medida de lo posible con la numeración utilizada en MLH.
El mapa 2, Isoglosas ibéricas,
indica los lugares en los que se han hallado inscripciones con rasgos lingüísticos
característicos de la lengua ibérica, nombres personales formados con elementos del
repertorio onomástico ibérico, algunos sufijos particularmente frecuentes y de clara
segmentación, y en las inscripciones ibéricas meridionales el signo S56 en
posición final que se comporta como un sufijo. Si la transcripción
Los mapas siguientes combinan el criterio cronológico y el de la clasificación
tipológica de las inscripciones. Al final de estos mapas puede verse la explicación de
los signos convencionales que indican el tipo de inscripción. Por supuesto estos mapas no
recogen la totalidad de las inscripciones conocidas porque muchas no son datables en absoluto.
El mapa 3,Inscripciones anteriores al s. IV a. C.,
ndica los lugares en que han aparecido inscripciones fenicias y griegas de esa fecha, algunas
inscripciones poco numerosas propiamente paleohispánicas, y el grupo de las inscripciones del
SO, sólo fechable como grupo y casi nunca en el caso concreto de una inscripción, por
lo que no es imposible que algunas correspondan ya al siglo IV a. C., aunque no parece que la
cultura a la que pertenecen perdure mucho en ese siglo.
El mapa 4, Inscripciones de los siglos IV y III a. C.,
muestra el progresivo aumento de las inscripciones paleohispánicas, con la excepción
de las del SO que desaparecen.
El mapa 5, Inscripciones paleohispánicas posteriores al
s. III a. C. y latinas de fecha republicana,
muestra la enorme expansión de la epigrafía paleohispánica, la aparición
de dos nuevos grupos dentro de ella, el de las inscripciones en lengua celtibérica, tanto en
escritura adaptada de la ibérica levantina como en alfabeto latino, y las escasas
inscripciones en lengua lusitana y alfabeto latino que pertenecen ya a época imperial. En el
mapa figuran, además, las inscripciones latinas anteriores a Augusto tomadas del libro de B.
Díaz Ariño, Epigrafía latina republicana de Hispania, Barcelona 2008.