Acceso a la base de datos de las zonas C y D
Las regiones C y D de los MLH III reúnen las inscripciones ibéricas halladas entre los Pirineos y el río Ebro: incluyen, por consiguiente, la práctica totalidad de Cataluña, con la excepción de la Cerdaña (zona B) y de algunos municipios tarraconenses al oeste (Batea, T.04, y Miravet, T.05: zona E) o al sur (Alcanar, T.13: zona F) del Ebro, así como el noreste de Aragón. La región C comprende los territorios costeros, esto es, las actuales provincias de Girona, Tarragona y una parte de Barcelona, ocupadas en la Antigüedad por indigetes, layetanos, cosetanos e ilercavones. La región D abarca el interior, las hodiernas provincias de Huesca, Lleida y la parte restante de Barcelona, en las que estuvieron establecidos tres grandes grupos: ausetanos, lacetanos e ilergetes. Las dos zonas presentan estrechas relaciones comerciales y culturales desde época antigua, pero difieren en numerosos aspectos en cuanto al hábito epigráfico.
En el volumen III de los MLH, Untermann inventarió 26 yacimientos con epigrafía ibérica pertenecientes a la zona C, pero los hallazgos de las últimas décadas han hecho aumentar de forma muy notoria el número de núcleos con presencia de escritura: a día de hoy son ya 81 los yacimientos identificados, y el número de inscripciones editadas asciende a unas 400. El territorio comprende además varias cecas: untikesken (Mon.06), en Emporion; ilturo (Mon.11) y abaŕiltur (Mon.27), en Cabrera de Mar, la primera, y tal vez en sus inmediaciones, la segunda; laieśken (Mon.13), localizable entre el área de Barcelona y el Maresme; baitolo (Mon.08) y baŕkeno (Mon.109), antecesoras respectivamente de las romanas Baetulo y Barcino; kese (Mon.12) y taŕakonśalir (Mon.110), en Tarragona. En cambio, son de localización más incierta, aunque probablemente también en la zona C: lauro (Mon.14), en el Vallès Oriental (Llorens - Ripollès 1998, 117), Llerona (CNH), Granollers o Can Tacó en Montmeló (Padrós 2005, 526), y, todavía más debatidas, kaio (Mon.82), que algunos autores sitúan cerca de kese, y masonsa (Mon.15), que se ha situado en Cataluña simplemente por paralelismos iconográficos.
Desde el golfo de Roses hasta el río Llobregat, los yacimientos de esta zona se concentran directamente en el litoral o sus cercanías, con una cierta penetración hacia el interior en la llanura del Empordà y las cuencas del Besòs y Llobregat. Más al sur, los yacimientos son, en cambio, más escasos y, con algunas excepciones como Tarraco, la mayoría se apartan ya propiamente de la franja de costa diseminándose especialmente alrededor de la Sierra Prelitoral y orientándose hacia las rutas del interior a través del río Ebro.
Siguiendo una orientación de norte a sur, los yacimientos con un registro epigráfico más rico se concentran en la zona del Empordà, en el área de influencia de la colonia griega de Emporion. En esta zona la densidad de yacimientos con epigrafía ibérica es muy significativa: entre ellos destacan especialmente El Mas Castellar (Pontós: GI.08), la misma Empúries (’Escala: GI.10) o El Puig de Sant Andreu (Ullastret: GI.15), el yacimiento que hasta la fecha más documentos ha proporcionado de toda la zona C. En las comarcas barcelonesas cabe destacar los yacimientos costeros en el Maresme y algunos poblados interiores en la zona del Vallès: así, los yacimientos con un registro epigráfico más nutrido son Egara (Terrassa: B.16), Can Fatjó (Rubí: B.17), El Turó de Ca n’Oliver (Cerdanyola del Vallès: B.20), Baetulo (Badalona: B.41) e Ilduro (Cabrera de Mar: B.44). Al sur del Llobregat y en la provincia de Tarragona, los hallazgos son más dispersos, pero destacan todavía con un corpus significativo El Serrat de Sant Miquel (Vinebre: T.06), El Castellet de Banyoles (Tivissa: T.07) y Tarraco (Tarragona: T.11).
La zona C no solo presenta, en líneas generales, una gran densidad en cuanto a la procedencia de los hallazgos, sino que también destaca por una cultura epigráfica rica y variada, en la que prácticamente todos los tipos epigráficos característicos de la cultura ibérica quedan bien representados. Los grafitos sobre cerámica son los más comunes y se encuentran repartidos por toda la zona; a pesar de que muchos de ellos son muy breves, revisten gran interés para el conocimiento de la antroponimia ibérica.
Las láminas de plomo están también muy bien representadas, con una veintena de ejemplares: en el Empordà destacan, por su extensión, las halladas en Empúries (GI.10.11, GI.10.12 y GI.10.10, siendo este último un ejemplar único por hallarse encastado en una columna y expuesto en una de las necrópolis); Ullastret (GI.15.04-08) y El Castell de la Fosca, en Palamós (GI.20.01). Más al sur, conviene recordar el plomo de La Penya del Moro (Sant Just Desvern: B.38.01), excepcional en esta zona por portar una inscripción levógira, y el conjunto de tablillas de El Castellet de Banyoles, en Tivissa (T.01.01-04). De procedencia desconocida, pero seguramente también de esta área, son T.00.01-02; en cambio T.00.03, aunque tradicionalmente atribuido a la provincia de Tarragona, presenta una paleografía más propia del área edetana.
En cuanto a la epigrafía lapidaria, destacan por su antiguo horizonte cronológico, claramente anterior a la romanización de la zona, los ejemplares de Ullastret (GI.15.01-03); las letras de grandes dimensiones y apariencia monumental de algunas de estas piezas les confieren un carácter excepcional para la época, y apuntan a un uso muy desarrollado de la escritura en este yacimiento. Las estelas funerarias no son especialmente abundantes en ningún punto de la zona C: conviene mencionar, sin embargo, por contener un texto de notable extensión, la hallada en Santa Perpètua de Mogoda (B.21.01); así como también la estela, desgraciadamente perdida, de Barcino (B.37.02) y los tres ejemplares provenientes de Badalona (B.41.01-03); finalmente, revisten gran importancia por su carácter casi único los ejemplares bilingües o mixtos hallados en Tarraco (T.11.05-06). El hábito epigráfico sobre piedra cobra, de hecho, una especial relevancia tanto en la capital de la Tarraconense como en Emporiae, donde la influencia de la romanización en la cultura escrita se hace especialmente evidente: de Empúries debemos recordar el conjunto de placas inscritas, seguramente de tipo honorífico, en las que se percibe una clarísima influencia de la epigrafía pública romana (GI.10.01-09). Tarragona destaca, como avanzábamos hace un momento, por haber proporcionado las únicas tres inscripciones en ibérico y latín de la zona C (T.11.05-06 y .09), todas ellas sobre piedra, y por lo menos dos de ellas con carácter también claramente funerario; la ciudad cuenta además con algunas inscripciones parietales ubicadas dentro de la muralla romana, en la Torre de Minerva (T.11.01-04), cuya lectura es, lamentablemente, muy complicada debido a su mal estado de conservación.
Debemos mencionar también algunas inscripciones destacables sobre instrumentum, que demuestran una considerable penetración de la escritura en el ámbito doméstico y cotidiano: uno de los conjuntos más interesantes es, sin lugar a duda, el de las fusayolas inscritas, de las que por ahora han aparecido ejemplares en Can Miralles-Can Modolell (B.44.02), Ilduro (B.44.39), Vilademuls (GI.07.02), Sant Julià de Ramis (GI.13.07), Palamós (GI.20.02) y El Vilar de Valls (T.03.04). Otros objetos inscritos que merece la pena evocar son el ponderal de Calafell (T.12.02) o el colgante de Can Gambús (B.19.04), ambos con una inscripción que parece corresponderse con una dedicatoria. Por último, un objeto excepcional por su rareza es un cepo de ancla con el topónimo baitolo doblemente estampillado (GI.00.01).
Del uso de la escritura en contexto religioso y votivo tenemos una buena muestra en la pieza conocida como el “rhyton de Ullastret” (GI.15.09); aunque es posible que otras piezas revistan también tal naturaleza, a día de hoy nos resulta muy difícil identificar este tipo de inscripciones partiendo exclusivamente de criterios lingüísticos (este podría ser, sin embargo, el caso de algunos textos con el término baikar, relativamente común en nuestra zona: cf. B.37.03, B.44.16, T.07.06, GI.07.01 y GI.13.01). Tampoco es descartable, asimismo, que el excepcional conjunto de páteras de plata inscritas y lujosamente decoradas de Tivissa (T.07.05-09) deba ser interpretado en este sentido.
Por último, podemos destacar también algunos sellos con firmas de artesano (B.25.02-06; B.41.05-06; B.18.01-02; B.31.02; B.42.05; T.03.01-02), que, juntamente con la epigrafía sobre plomo y algunos de los grafitos sobre cerámica (cf., por ejemplo, el óstracon con un texto contable de Bigues i Riells: B.22.02), ponen de manifiesto la importante relación entre epigrafía y comercio en esta región.
Puede consultarse una tabla con la lista de referencias Hesperia usadas para esta zona C.
La zona C se caracteriza por proporcionarnos algunos de los textos más antiguos en lengua ibérica: de finales del s. V a. E. son, en efecto, algunos grafitos sobre cerámica ática de Ullastret (GI.15.34) o Pontós (GI.08.06 y .09). A pesar de que los ejemplares de este primer horizonte epigráfico son escasos, ya en el s. IV la práctica de la escritura parece estar plenamente asentada por lo menos en la mitad norte del territorio: a esta época no solo son atribuibles una serie de grafitos sobre cerámica ática o gris ibérica, sino también algunas de las más primerizas tablillas de plomo (p. ej. B.38.01). Por lo demás, la relativa frecuencia de textos duales en toda el área certifica la plena difusión por el territorio de la escritura ya en época prerromana. Tras la llegada de los romanos, sin embargo, la presencia de documentos escritos se intensifica, a la vez que aparecen nuevos tipos epigráficos, aunque cabe destacar también que, en contrapartida, empiezan a abundar los grafitos más breves y con simples marcas o abreviaturas, y a veces incluso con praenomina latinos. La persistencia de la escritura, ya bien entrada la época romana, es puesta de manifiesto por las inscripciones bilingües de Tarragona y es muy probable que, tal y como ocurre de forma generalizada en todo el territorio ibérico (Simón Cornago 2013a), la sustitución epigráfica del ibérico por el latín coincidiera con el cambio de era y la explosión del fenómeno epigráfico romano en época de Augusto.
La zona litoral de Cataluña, debido a la presencia de inscripciones de relativa antigüedad, proporciona numerosos ejemplos de escritura dual. Dicha escritura se caracteriza por el empleo de signos marcados mediante la adición de algún trazo suplementario al signo estándar. El estudio exhaustivo y sistemático de Ferrer i Jané (2005) ha demostrado que este sistema dual fue utilizado con un grado mayor o menor de sistematicidad para representar en la escritura la oposición fonológica de sonoridad (o asimilable a la sonoridad según oídos romanos) existente en la lengua ibérica, que no es expresada en el sistema estándar no dual. Se ha comprobado que en la variedad dual de la escritura ibérica nororiental el signo simple representa una oclusiva sonora, mientras que su signo marcado anota la sorda correspondiente, p. ej. /da/ y /ta/, (ver aquí). ). Si bien Hesperia ha usado hasta abril de 2022 una trascripción descriptiva según la cual los signos complejos eran transcritos mediante una tilde sobre la vocal (p. ej. /tá/ en contraposición al signo simple /ta/), a partir de esa fecha se ha adoptado la transcripción interpretativa empleada en el Lexikon der iberischen Inschriften (2019), según la cual los textos en escritura dual se transcriben acorde al alfabeto latino, usando <t, k> para las sordas y <b, d, g> para las sonoras.
Ello quiere decir que el editor decide, en virtud de criterios formales explícitos (como la presencia de ambos signos simple y marcado para un mismo punto articulatorio, p. ej. /da/ y /ta/, o la co-presencia coherente de signos para sonoras y sordas, p. ej. /da/ y (/ki/) junto con criterios cronológicos y contextuales, si una determinada inscripción es dual o compatible con dual o bien es no-dual, compatible con no-dual o indefinida, expresando dicha información en el campo apropiado de la ficha.
Las inscripciones duales y compatibles de serlo (y solamente ellas) se trascriben en tipo de letra negrita cursiva, siendo los signos silábicos complejos anotados mediante sorda y los simples, mediante sonora: p. ej. agirtibaś (GI.20.01). El resto de las inscripciones, que no son positivamente duales o compatibles de serlo, se transcriben al modo tradicional hasta ahora, es decir, en negrita redonda (p. ej. torsinkeŕe, T.07.01), usando solamente la serie sorda como representante único para la pareja, aunque se ha mantenido la distinción entre signo sencillo y marcado, tal como venía haciéndose previamente en la base Hesperia, p. ej.baŕkákeŕ (B.20.03).
Mapa 1: Yacimientos en la zona epigráfica C (mapa sensible: click para ver fotos de algunos yacimientos)