Hesperia

Banco de datos de lenguas paleohispánicas

Zona D

 

 

Acceso a la base de datos de las zonas C y D

Las regiones C y D de los MLH III reúnen las inscripciones ibéricas halladas entre los Pirineos y el río Ebro: incluyen, por consiguiente, la práctica totalidad de Cataluña, con la excepción de la Cerdaña (zona B) y de algunos municipios tarraconenses al oeste (Batea, T.04, y Miravet, T.05: zona E) o al sur (Alcanar, T.13: zona F) del Ebro, así como el noreste de Aragón. La región C comprende los territorios costeros, esto es, las actuales provincias de Girona, Tarragona y una parte de Barcelona, ocupadas en la Antigüedad por indigetes, layetanos, cosetanos e ilercavones. La región D abarca el interior, las hodiernas provincias de Huesca, Lleida y la parte restante de Barcelona, en las que estuvieron establecidos tres grandes grupos: ausetanos, lacetanos e ilergetes. Las dos zonas presentan estrechas relaciones comerciales y culturales desde época antigua, pero difieren en numerosos aspectos en cuanto al hábito epigráfico.

Yacimientos y conjuntos epigráficos del interior

El conocimiento de la epigrafía ibérica de la zona D ha aumentado también considerablemente desde la publicación del volumen III de los MLH, que recogía 12 yacimientos con inscripciones paleohispánicas, mientras que hoy se cuentan 45. En la zona hallamos además las cecas de auśesken (Mon.07), śikaŕa (Mon.114), ieśo (Mon.10), iltiŕta (Mon.18) y eśo (Mon.17), predecesoras de las principales ciudades romanas del interior catalán: Auso (Vic), Sigarra (Els Prats de Rei), Iesso (Guissona), Ilerda (Lleida) y Aeso (Isona). Otros talleres pueden atribuirse también a alguna de las formaciones étnicas de la región, como euśti(baikula) (Mon.09) u ore (Mon.31), probablemente ausetanos; por el contrario, la ubicación de cecas como iltiŕkesken (Mon.19) o aŕketuŕki (Mon.28) es mucho más debatida, aunque varios autores las han situado igualmente en el interior de Cataluña.

La dispersión de los hallazgos es notable: son pocos los yacimientos con más de seis inscripciones y, a pesar de tratarse de ciudades acuñadoras de moneda o de núcleos de cierta importancia, el grueso de la documentación está representado por esgrafiados sobre cerámica de unos pocos signos o muy fragmentarios. Es el caso del Serrat de Sant Miquel de Sorba (Montmajor: B.01), Sigarra (B.12), Can Sotaterra (Solsona: L.03), Ilerda (L.08) y Iesso (L.18); de estos asentamientos, solo el último conoce epígrafes sobre soporte no cerámico. Es cierto que el conocimiento arqueológico de la mayoría es todavía muy deficiente, como sucede en Ilerda o Sigarra, pero los grafitos publicados parecen constituir una muestra muy significativa de la realidad que esconde el subsuelo.

Esta pobreza generalizada del registro epigráfico contrasta con el número de láminas de plomo inscritas que ha proporcionado el área ilergeta. Por desgracia, en general se trata de hallazgos debidos a la actividad de furtivos con detectores de metales, lo que nos priva de cualquier información relativa al contexto arqueológico. Hay que destacar el conjunto de Monteró (Camarasa: L.01), con tres tablillas, dos de ellas opistógrafas y palimpsestas (L.01.02-03); la más antigua es la única que ha sido recuperada en una excavación regular (L.01.03). Dos más proceden respectivamente de Olriols (San Esteban de Litera: HU.03.01) y del Tossal del Mor (Tàrrega: L.17.01), y la sexta es de procedencia desconocida pero fue atribuida por J. Untermann al Bajo Segre (L.00.01).

A pesar de su mayor brevedad, el carácter formular de las inscripciones sobre piedra las convierte en elementos clave para el conocimiento de la lengua de los iberos. En ese sentido, debemos mencionar los monumentos de La Vispesa (Binéfar: HU.01.01-02), el epitafio perdido de Fraga (HU.02.01), la estela de Iesso (L.18.01) y la lápida de Civit (Talavera: L.20.01). Otras inscripciones, como las del Turó de l’Osona (Vic: B.03.01) o Sant Hipòlit de Voltregà (B.05.01), son en cambio muy fragmentarias y poco aprovechables desde el punto de vista lingüístico. Hay que destacar igualmente los conjuntos rupestres de Les Graus, cerca del yacimiento de L’Esquerda (Les Masies de Roda: B.07.01), L'Esquirol –con un alfabetario no dual (B.08.01)–, Sant Martí de Centelles (B.23.01) y La Roca dels Moros del Cogul (L.09.01), abrigo de larga tradición cultual en el que los esgrafiados ibéricos comparten espacio con grabados esquemáticos de época prehistórica e inscripciones votivas en latín.

Entre los documentos sobre cerámica es necesario subrayar la singularidad de la jarrita de La Joncosa (Jorba: B.11.01), con una inscripción ante cocturam de unos 350 signos que constituye uno de los textos ibéricos más extensos y excepcionales de todo el corpus. No hemos de olvidar tampoco la importancia de piezas más modestas como el óstracon de Can Sotaterra (L.03.01) o la fusayola del Gebut (Soses: L.07.02), cuya revisión condujo al esclarecimiento del sistema dual en el signario levantino y a su aceptación general por parte de la comunidad científica, al contribuir de forma decisiva a la propuesta de lectura de los signos bo1 y bo3 como ta (Ferrer i Jané 2005). Otra fusayola, procedente de Margalef (Torregrossa) y de interpretación desesperada, podría ser en realidad uno de los primeros ejemplos en el territorio ilergete de pseudo-escritura (L.11.02). Podríamos mencionar, por último, dos sellos sobre cerámica de Iesso (L.18.03 y .14), las únicas marcas de artesano documentadas por ahora en la región.

Puede consultarse una tabla con la lista de referencias Hesperia usadas para esta zona D.

Cronología

La aparición de la escritura es más tardía en el interior de Cataluña, recogida en la zona D, que en la costa, correspondiente a la zona C. A pesar de la existencia de dos esgrafiados sobre cerámica ática de barniz negro fechables en el siglo IV a. E., procedentes de Roques de Sant Formatge (Seròs: L.06.01) y del Tossal de les Tenalles (Sidamon: L.14.01), hay acuerdo en que se trata probablemente de inscripciones ejecutadas en otro lugar, en algún yacimiento costero. El hábito epigráfico parece introducirse lentamente en la segunda mitad del siglo III a. E. Son especialmente reveladoras las láminas de plomo ilergetas, cuya funcionalidad excluye la importación casual y garantiza la presencia de individuos alfabetizados en el lugar de hallazgo: al menos una de ellas utiliza el sistema dual (L.01.03) y puede situarse antes de c. 200 a. E., mientras que el resto muestra una serie de rasgos paleográficos arcaizantes que, con independencia de si las tablillas emplean o no dicho sistema, permiten situarlas entre finales del siglo III e inicios del siglo II a. E.

Sin embargo, la mayor parte de la documentación de la región D, consistente en esgrafiados sobre cerámica de barniz negro campaniense o calena, debe datarse entre mediados del siglo II y el segundo tercio del siglo I a. E., cronología que conviene en general a las inscripciones sobre piedra y a otros materiales como la propia jarrita de La Joncosa (B.11.01). El caso de Ilerda indica que la sustitución de la epigrafía ibérica por la latina tuvo lugar probablemente también durante el reinado de Augusto. Un supuesto esgrafiado paleohispánico sobre terra sigillata del Mas de l'Hereu (Alcarràs), que constituía uno de los ejemplares más tardíos del corpus de la región, ha resultado ser en realidad un texto latino (L.24.01LATINA).

Escritura

La zona interior de Cataluña, debido principalmente a la presencia de inscripciones de cronología tardía, proporciona menos ejemplos de escritura dual que la zona litoral. Dicha escritura se caracteriza por el empleo de signos marcados mediante la adición de algún trazo suplementario al signo estándar. El estudio exhaustivo y sistemático de Ferrer i Jané (2005) ha demostrado que este sistema dual fue utilizado con un grado mayor o menor de sistematicidad para representar en la escritura la oposición fonológica de sonoridad (o asimilable a la sonoridad según oídos romanos) existente en la lengua ibérica, que no es expresada en el sistema estándar no dual. Se ha comprobado que en la variedad dual de la escritura ibérica nororiental el signo simple representa una oclusiva sonora, mientras que su signo marcado anota la sorda correspondiente: /da/ - /ta/ (ver  aquí).

Si bien Hesperia ha usado hasta abril de 2022 una trascripción descriptiva según la cual los signos complejos eran transcritos mediante una tilde sobre la vocal (p. ej. /tá/ en contraposición al signo simple /ta/), a partir de esa fecha se ha adoptado la transcripción interpretativa empleada en el Lexikon der iberischen Inschriften (2019), según la cual los textos en escritura dual se transcriben acorde al alfabeto latino, usando <t, k> para las sordas y <b, d, g> para las sonoras.

Ello quiere decir que el editor decide, en virtud de criterios formales explícitos (como la presencia de ambos signos simple y marcado para un mismo punto articulatorio, p. ej. /da/ y /ta/, o la co-presencia coherente de signos para sonoras y sordas, p. ej. /da/ y (/ki/) junto con criterios cronológicos y contextuales, si una determinada inscripción es dual o compatible con dual o bien es no-dual, compatible con no-dual o indefinida, expresando dicha información en el campo apropiado de la ficha.

Las inscripciones duales y compatibles de serlo (y solamente ellas) se trascriben en tipo de letra negrita cursiva, siendo los signos silábicos complejos anotados mediante sorda y los simples, mediante sonora: p. ej. agirtibaś (GI.20.01). El resto de las inscripciones, que no son positivamente duales o compatibles de serlo, se transcriben al modo tradicional hasta ahora, es decir, en negrita redonda usando solamente la serie sorda como representante único para la pareja, aunque se ha mantenido la distinción entre signo sencillo y marcado, tal como venía haciéndose previamente en la base Hesperia, p. ej. kírkukebe (L.06.01).

Mapa 1: Yacimientos en la zona epigráfica D. (Mapa sensible: click para ver algunos yacimientos)

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